La almeriense Rosa García-Malea coronó un hito histórico en el Ejército español. Con 26 años, se convirtió en la primera mujer en pilotar un avión de combate. Rompió una regla no escrita de un mundo tradicional masculino y allanó el camino para decenas de mujeres, que tomaron su ejemplo con valentía y entusiasmo.
Hija de un empleado de banca y de una maestra, Rosa García-Malea descubrió su pasión aeronáutica muy joven. Lejos de ser un frívolo juego infantil, la andaluza se mantuvo firme en su determinación y acabó superando las exigentes pruebas de la Academia del Ejército del Aire con la mirada puesta en los aviones de caza.
Se licenció junto a otras cuatro compañeras más, pero fue la única que se decidió por pilotar la aeronave más veloz del Ejército. No fue un camino sembrado de flores. Ni la disciplina militar del periodo de instrucción, ni la dura preparación física y psicológica que requiere pilotar un aparato con capacidad para pulverizar la velocidad del sonido.
Los pilotos de aviones de combate están sometidos a una fuerza de la gravedad varias veces superior a la habitual. Para hacer frente a las condiciones extremas y no sufrir un desfallecimiento en pleno vuelo, deben superar una difícil prueba en un simulador conocido como la “centrifugadora”. La cabina de un avión es lo más parecido a la de un Fórmula 1 y además deben ir equipados con un pesado traje anti-G, que bombea la sangre hacia el cerebro para evitar pérdidas de conocimiento.
Rosa García-Malea se especializó en Talavera la Real, antes de alcanzar otro hito sin precedentes: ser la primera mujer también en pilotar un F-18. Ha participado en misiones internacionales y formó parte de la operación de la OTAN en Libia colaborando en el control de la exclusión aérea del país.
En 2017 se integró voluntariamente en la Patrulla Águila, el escuadrón acrobático de élite que pasea la bandera nacional por medio mundo. También aquí ha batido un registro histórico como mujer que está dando un paso de gigante en la modernización de las Fuerzas Armadas y la presencia femenina en espacios que hasta hace escasos años habían estado reservados al hombre.