El propio artista lo reconoce en este documental: a veces tiene la sensación de haber nacido bailando, el baile como algo innato en él. No resulta extraño habiendo nacido (Sevilla, 1973) de la unión del bailaor José Galván y la bailaora Eugenia de los Reyes. Esa determinación se vio muy pronto complementada con unas cualidades inigualables que su padre reconoció y cuidó. Si alguna vez en su cabeza existió algún otro proyecto —el futbol, por ejemplo—, quedaría descartado: el niño iba a ser bailaor. Genio, pues, muy precoz y atracción en los tablaos de pequeño, Israel Galván habría de reeducar su baile al integrarse en la Compañía de Mario Maya. Ganador de concursos y certámenes —El Desplante de La Unión, el Nacional de Córdoba y el Certamen de Jóvenes Intérpretes de la Bienal de Sevilla de 1996, entre otros—, reconoce que bailaba para ganarse a los jurados y, de alguna manera, obtener su libertad. Dos años después de ese Giraldillo ya presentaba en la misma Bienal sevillana su primera producción, producto de esa libertad, la obra ¡Mira! Los zapatos rojos, que causaría una profunda conmoción en crítica y público. Fue el comienzo de una carrera dominada por la búsqueda y el riesgo, elementos que él reconoce esenciales en todas sus obras posteriores. Más de una docena de espectáculos entre los que podrían destacar La metamorfosis (2000), Arena (2004), El final de este estado de cosas (2007), Lo Real-Le Réel-The Real (2013) y el siempre vivo La edad de Oro, que aunque estrenado en 2005, acumula varios centenares de representaciones y ejerce de alguna forma como una permanente vuelta a los orígenes y el laboratorio de ideas del propio artista. Distinguido con el Premio Nacional de Danza en 2005 y la Medalla de Oro de las Bellas Artes en 2012, los reconocimientos de Galván en el extranjero son así mismo numerosos. La repercusión de su obra se puede medir con obras como la del filósofo francés George Didi-Humerman, que le dedicó su obra El bailaor de soledades.
Israel Galván fue Medalla de Andalucía en el año 2016.